Queridos colegas:
Nos comparte Leonardo Martínez la siguiente entrevista con Marta Lila Murillo, traductora de La entrevista la realizó Joaquín Torán y apareció publicada en la
revista Fabulantes el pasado 23 de octubre de 2014 (
en este enlace). Verán reflejadas en sus palabras muchas de las preocupaciones y alegrías que vivimos todos cotidianamente. Saludos,
Lucrecia
Entrevista a Marta Lila Murillo, traductora
Joaquín Torán
Marta Lila Murillo (Valencia,
1968) se presenta a la cita como si fuese a someterse a un examen:
lleva una libreta plagada de anotaciones. Sabe que va a ser preguntada
por
Hiperbórea, la última novedad de
Valdemar, por su autor,
Clark Ashton Smith
y por otros escritores que ha traducido, y no quiere dejar nada al
azar. El entrevistador la tranquiliza rápidamente, y el ambiente, que
nunca ha abandonado la campechanía, se distiende. La sombra que cayó
sobre Marta de pronto se disipa. O casi: el entrevistador advierte que
le reserva “una sorpresa” en forma de pregunta final. Curiosa, la
traductora se arrellana en el asiento.
El escenario –las oficinas de Valdemar- es el mismo que hace
un año y medio largo, pero tan sólo ha cambiado uno de los protagonistas: Marta está acompañada por el editor
Rafael Díaz Santander,
quien de vez en cuando intervendrá para apostillar algo con elocuencia e
ingenio. El mundo exterior llega amortiguado, pero aun así se escuchan
los ecos de los coches, del bullir humano. La luz se infiltra por las
ventanas y lo inunda todo. Libros, estanterías, mesas. Para nosotros,
mientras hablamos, se convierte en un parapeto contra las
monstruosidades que Marta empieza a invocar.
Fabulantes: ¿Qué puedes comentarme de Hiperbórea, el nuevo libro que ha sacado Valdemar y que has traducido?
Marta Lila Murillo: Hiperbórea y otros mundos perdidos
incluye cuentos de tres de las series o mundos de Clark Ashton Smith,
en concreto, Hiperbórea, Aihai y Xiccarph. Los cuentos reunidos en la
serie de Hiperbórea remiten a un pasado remoto en el planeta Tierra,
anterior a la Gran Glaciación, mientras que los cuentos de Aihai y
Xiccarph se sitúan en planetas distintos y en un futuro remoto. Esa
predilección por lugares y tiempos remotos es una constante en la obra
de este autor, y en ese sentido, las narraciones de Ashton Smith, a
pesar de la imaginación desbordada y los argumentos alucinantes, me
parecen bastante coherentes y brillantemente escritos. Con esto quiero
decir que todos los elementos en sus cuentos, desde el argumento,
personajes, descripciones, incluso el lenguaje que selecciona
cuidadosamente, remiten a mundos, lenguas y civilizaciones remotas,
lejanas al lector.
Es un libro bastante complejo de traducir por el peculiar estilo de su autor. Ya me pasó con
Zothique,
no me ha venido de nuevas. Esa dificultad es propiciada, por un lado,
por el léxico que emplea, latinismos y palabras exóticas que el autor
selecciona cuidadosamente para ahondar en esa atmósfera “de lejanía,
inmensidad, misterio y exotismo”, como la denominó el propio Ashton
Smith en una de sus cartas. Es curiosa la labor de espeleología
etimológica que a veces es necesaria a la hora de traducir para rescatar
el significado de los arcaísmos que emplea. Por otro lado, están las
interminables construcciones sintácticas. Hay un dato curioso sobre su
obra: el número medio de palabras por frase es de 23,4 palabras, que
para la lengua inglesa es bastante alto, y es que algunas frases pueden
tener cincuenta palabras fácilmente. Por eso, es necesario un pequeño
trabajo de reordenación sintáctica para el lector en español. Si no lo
hiciera podrían acusarme de homicidio involuntario por asfixia de
cualquier lector incauto.
F.: Cuando te pones con un autor como Clark Ashton Smith, ¿cuánto investigas?
M. L. M.: Ya hice
Zothique, así que gran parte de la investigación, si no toda, estaba hecha. Además, había traducido ya relatos breves de
Howard, lo que me ayudó mucho a conocer la obra de Clark Ashton Smith. Con
Zothique
me puse más en serio: tiré de los textos escritos por Lin Carter, de
biografías, de comentarios críticos… Lo que pasa es que cuando te pones a
traducir, te tienes que “quitar eso de encima”: estás solo con el
texto. El contexto está bien conocerlo, puede resultar útil saber sus
influencias decandentistas o simbolistas, pero al final tienes el texto y
debes “volcarlo” tal y como le llegó al lector de la época de Ashton
Smith. El objetivo es lograr que las impresiones de aquellos lectores se
trasladasen también a los de ahora.
F.: ¿Tienes algún truco para traducir?
M. L. M.: Codos y codos (
risas).
A mí lo que más me importa es buscar el estilo del autor. Que el texto
suene al traductor de turno es, en mi opinión, un fracaso; sé que es
imposible desembarazarse del todo de los tics o hábitos lingüísticos
propios, pero al menos ese es el ideal al que aspiro cuando traduzco. Si
es un libro de Clark Ashton Smith, de Howard o de
Ligotti,
mi deber para con los autores es que sus estilos sean también
traducidos lo más fielmente posible. Esos tres autores tienen tres
estilos totalmente distintos y así deberían llegar al lector. Mi truco
consiste simplemente en mostrar lo más fielmente posible cómo quería el
autor que la obra llegase a sus lectores. Es la única manera que conozco
de hacer las cosas.
Con Clark Ashton Smith sus
contemporáneos alucinaban. Empleaba términos de la mitología celta u
oriental que les sonaban a mandarín. Además también fue criticado por
ciertos círculos literarios, por ese abigarramiento del lenguaje. Hay
que tener en cuenta que C.A.S. fue coetáneo de autores mainstream
como Steinbeck, Hemingway, Dos Passos. Sus excesos lingüísticos, a
pesar de estar justificados por esa atmósfera distante de la que hablaba
antes, no fueron aceptados por todos los lectores. Además, no era uno
de esos autores que te presentan mundos con los que el lector se siente a
gusto y familiar. Sus universos nunca están aquí, están en Marte o han
quedado muy atrás en el tiempo, se remite a épocas preglaciares o, como
pasa en Zothique, mundos futuros en los que ya la humanidad
está en su ocaso. A mí me preocupaba trasladar esa inquietante atmósfera
de distanciamiento del ser humano, de amoralidad cósmica; esa sensación
de que el ser humano no es más que una excrecencia más de la
naturaleza, y, cómo no, el tono irónico de algunos de sus relatos, como
ocurre en el cuento de “Los 39 cinturones” y sus “virtuosas” vírgenes, o
en el de los “Siete Geases”, donde el hombre no está en la parte
superior de la cadena evolutiva, sino, justamente, en la más baja.
F.: Y por lo que sabes de Ashton Smith, ¿por qué tiene tan escasos intereses por la humanidad?
M. L. M.: Bueno, no
estoy tan segura de que fuera tanto desinterés por el ser humano, como
su profunda y conocida aversión por la literatura realista. De hecho, en
más de una ocasión (cartas, ensayos) expresó su convicción de que no
hay ninguna justificación para que exista la literatura a menos de que
sirva para liberar la imaginación de las ataduras de nuestro día a día. A
esto hay que sumar el profundo interés de este autor por las distintas
teorías filosóficas y científicas de su tiempo, como el relativismo o el
caos. Sus cuentos son un buen ejemplo de estos. Los dioses no actúan
guiados por ética alguna. No son buenos ni malos. La vida de un humano
no vale más que la de cualquier otra criatura. Los dioses de Clark
Ashton Smith son bazofia (risas de los presentes). Los dioses
son seres con los defectos humanos aumentados al 100%. Son amorales. Y
es justamente en esto donde reside el mayor de los terrores en sus
historias. Esto además da pie a otra de las cosas que me gusta de él: no
sabes cómo –ni dónde- van a terminar sus cuentos.
Lo que más me importa es buscar el estilo del autor: es el ideal al que aspiro cuando traduzco
F.: Sí, es verdad. Lo percibí en el relato que elegimos el año pasado como contenido de “Noche de difuntos”, Estirpe de la cripta, que tradujo Torres Oliver para el libro Los mitos de Cthulhu. Es cierto que no se casa con nadie, que sus relatos son pura incógnita…
M. L. M.: Es una puerta
abierta a cualquier posibilidad, que es lo que me gusta en literatura,
pero también en cine, en música, en todo… que me sorprendan. Ashton
Smith en ese sentido es bastante diferente a Howard, un maestro en crear
héroes, escribe sobre un Bien y un Mal, todo está más en su sitio. La
exuberancia de su lenguaje y sus descripciones son geniales, pero
siempre sabes en qué parámetros te mueves. No pasa así con Clark Ashton
Smith y sus mundos desconocidos, tan distantes además de la
ciencia-ficción clásica y de sus tópicos. La primera parte de
Hiperbórea
me encanta: son historias ambientadas en épocas preglaciares. Ashton
Smith recrea hasta el magma primigenio, como en “Los siete geases”,
donde describe una regresión completa: el protagonista empieza como
humano y va involucionando hasta transformarse en una excrecencia del
magma primigenio. Lo que más me llama la atención de este hombre es su
desbordante imaginación. Pero no para crear mundos de fantasía bonitos e
historias con final feliz, sino mundos nauseabundos y desquiciados.
Aberrantes. Y que nadie espere alivio al llegar al final de sus cuentos.
Es como si dijera, ¡a la mierda con todo! Es lo que más me divierte de
él. Clark Ashton Smith está entre mis favoritos de los que he traducido.
Es un
Lovecraft pasado de revoluciones.
F.: ¿Qué es lo más complicado que has traducido?
M. L. M.: Yo
diría que Ligotti. Por la oscuridad de su texto. No tiene una
finalidad, una historia a la que agarrarte, unos parámetros que te
digan: “ah bueno, esto desde el sentido común es así y lo traduzco de
tal manera”. No: son historias abiertas, deja todo a la imaginación del
lector, no te cierra ninguna historia… es mucho lo connotado o
sobreentendido, y eso es bastante difícil de traducir porque no puedes
cruzar la línea que el autor decidió no cruzar. No puedo ponerme a
explicar más, “Venga va, voy a redondear esta frase que parece que se ha
quedado ambigua”; con Ligotti tienes que hacerlo así, dejarla ambigua.
Me costó bastante. De hecho, Rafa (Díaz Santander) tuvo que
revisarlo. Estuvimos peleándonos los dos para que fuera lo más fiel
posible. Fue un trabajo en equipo. No sólo por el tema del lenguaje sino
por el poso filosófico que posee Ligotti y que yo desconocía. Rafa es
filósofo y por eso me ayudó bastante con el tema.
F.: De hecho, Rafa lo definió de una manera que me apasiona, como un “cosmonauta del vacío”…
M. L. M.: Sí, Rafa es único para las definiciones (risas).
(Desde las profundidades de las
oficinas de Valdemar interviene Rafael Díaz Santander para ofrecer una
nueva definición de Clark Ashton Smith: “horror psicoactivo”).
F.: ….
M. L. M.: Perdona que interrumpa la siguiente pregunta, y conste que no quiero meter publicidad, pero estaba traduciendo
Hiperbórea y me tocó luego traducir
John muere al final, de David Wong (el próximo título del catálogo de
Insomnia)… ¡y resultó que era muy
clarkashtonsmithiana!
Es una locura psicodélica, sus dioses (sus monstruos) tienen un
tratamiento similar, los personajes se parecen… Es curiosa la influencia
que Ashton Smith tiene en los nuevos escritores de terror. Sobre todo
nos sorprende bastante aquí, ya que es más desconocido en España. En
Estados Unidos hay muchos escritores que se han inspirado en sus
historias. Tienen una iconografía propia de Clark Ashton Smith. Perdona
la interrupción, quería comentártelo porque he traducido uno detrás de
otro y me hizo gracia la coincidencia. Vaya, parece que me estoy
especializando en monstruos asquerosos…
Lo que más me llama la atención de Clark
Ashton Smith es su desbordante imaginación para crear mundos
nauseabundos, desquiciados y aberrantes
F.: Cambiemos de tercio. Quería preguntarte por uno de los pioneros, por Robert Chambers, el de El rey de Amarillo. ¿Qué tal fue aquella traducción? ¿Qué te parece Chambers?
M. L. M.: Me
agradó mucho también traducirlo. Relatos cortos de estilo bastante
preciosista. No hay que olvidar tampoco su influencia simbolista y
decadentista. De hecho, Chambers fue una de las influencias de Lovecraft
y su grupo. Estuvo en París, coincidió con algunos vanguardistas, y se
nota en su utilización del lenguaje. Utiliza un léxico bastante culto,
con toques latinos, es muy buen narrador, maneja muy bien los tiempos.
Consigue atmósferas siniestras e inquietantes. Traducirle no me supuso
grandes problemas ni un gran desnivel con relación a la prosa de Clark
Ashton Smith. Me siento muy ilusionada con el resurgir de Chambers a
raíz de la serie True Detective.
F.: Otro de los grandes que has traducido ha sido a Francis Marion Crawford. Ha sido todo un descubrimiento. ¿Le conocías antes de ponerte con él?
M. L. M.: No, ni a
Chambers ni a muchos otros. Son todo ideas de la editorial. Respecto a
Marion Crawford, resulta llamativo que la mayoría de sus cuentos de
terror han ido apareciendo en muchas antologías del género, lo cual es
una motivación añadida a la hora de traducirlo. Cuando lo traducía tenía
la sensación de estar viendo una película impresionista a lo Nosferatu,
con toques de Historias de la cripta. Tiene talento para conducir al lector hasta el efecto final…
F.: ¿Qué es lo que más te ha ayudado a traducir?
M. L. M.: Antes de
meterme a traducir atrocidades para Valdemar, estuve traduciendo
básicamente texto técnico con algunas breves incursiones en la
literatura y un montón de trabajos durante la carrera de filología. Pero
en realidad lo que más me ha ayudado a traducir son las cantidades
enormes de libros que he leído tanto en español como en inglés. Y más
importante me parece haber leído en español que en inglés. Estuve
viviendo en Inglaterra tres años, tuve pareja inglesa durante ocho, así
que puedo decir que he tenido bastante contacto con el inglés… pero yo
notaba que me faltaba castellano. Hay que leer mucho castellano para
poder ser un buen traductor. Y leer a buenos traductores. Recuerdo
haberme estudiado las traducciones de Paco Torres porque me parece un
gran traductor. Me fascina su humildad para no imponerse al autor, su
habilidad para transmitir las atmósferas de cada uno de ellos, su
capacidad para que se oiga la voz del autor en vez de la del traductor.
Paco Torres es un maestro en eso.
F.: ¿Y eso cómo se consigue?
M. L. M.: Creo que con
mucha lectura y muchos conocimientos, y sobre todo con humildad. Torres
Oliver admira profundamente a los autores que ha traducido, y por eso es
respetuoso con su texto. Ser respetuoso es ser fiel al texto original y
a su autor.
Fíjate que lo primero que traduje para Valdemar fue literatura pulp,
no muy bien considerada dentro del canon literario, por no decir
ignorada y aborrecida. El traductor en estos casos puede sentir la
tentación de meter la cuchara. El problema, o el error, es querer
mejorar a un autor concreto. Y es que los lectores que disfrutan con
historias como las del detective Dan Turner, de Robert Leslie Bellen, o
las de Frederick C. Davis, autor de Los hombres topo quieren tus ojos,
buscan en esos autores precisamente la crudeza y los clichés del
género, los efectos sensacionalistas, no que le adornes primorosamente
la frase ni que le pongas nada de tu cosecha. Lo interesante es que el
lector sepa reconocer la voz de, por ejemplo, Clark Ashton Smith o de
Robert Howard.
Para traducir, me parece importante
haber leído más en español que en inglés. Hay que leer mucho castellano
para poder ser un buen traductor. Y leer a buenos traductores: recuerdo
haberme estudiado las traducciones de Torres Oliver
F.: Como traductora literaria de adopción en este género del terror, ¿qué te parece este mundo en el que te ha metido Valdemar?
M. L. M.: Pues ahora soy más freak que los fandomitas, seguramente (risas).
Me fascina. Además hemos estado yendo al festival de Sitges desde hace
años, con lo cual me he metido de lleno. Pasé de tener otros intereses y
ningún contacto con el mundo del terror a estar rodeada habitualmente
de atmósferas que me inquietan y divierten. Me atraen tanto los clásicos
(Lovecraft, Chambers o Ashton Smith) como la nueva literatura que se
está haciendo ahora siguiendo su estela.
F.: ¿Y qué te ha aportado?
M. L. M.: Aparte de trabajo, que está muy bien (risas),
conocer nuevos mundos, salirme un poco de la visión eurocéntrica de la
literatura y aprender sobre estos autores que se mueven en los límites
de la literatura, el quitarme los prejuicios del canon literario, de lo
que es alta o baja literatura. Todavía no se ha puesto nadie de acuerdo
en qué es o qué no es literatura. Literatura es entretenimiento y
conocimiento, y ambas cosas pueden encontrarse en todos los géneros,
incluso en el “Main Stream”, como diría Rafael (risas).
F.: Y un aviso para navegantes para Valdemar. ¿Qué es lo próximo que te gustaría traducir?
M. L. M.: Me gusta
mucho la novela contemporánea. Estoy entusiasmada con la nueva colección
Insomnia, con autores contemporáneos que plantean innovaciones
estilísticas. Me gustaría traducir el próximo de Clark Ashton Smith… O a
Will Self, un escritor británico que me apasionaría traducir por la
dificultad que entraña. Hay una novela suya,
The Sweet Smell of Psychosis, que no está traducida… En España se publicó -en
Anagrama y
Mondadori-
Mi idea de la diversión,
Cómo viven los muertos, y alguna más (
Grandes simios),
pero se dejó de traducir. No creo que Valdemar vaya a traducir a Will
Self, si no lo han conseguido vender ni Anagrama ni Mondadori, ellos
menos todavía…
F.: ¿Es género?
M. L. M.: Es weird.
Es literatura de lo extraño. Pertenece al mismo género de literatura
que escribía Iain Banks, o la del primer Ian McEwan en sus relatos
cortos (In Between the Sheets; The Cement Garden). Es un weird
británico de los años 80, del que no se ha hablado tampoco mucho. Iain
Banks, por ejemplo, publicó, como Self, relatos breves siniestros en su
antología de relatos Canal Dreams (1989). Son tres autores cuyos relatos breves tienen un toque weird
que podrían ser explotados por alguna editorial de aquí. He llegado a
leer, creo que en la Wikipedia, que Will Self es realismo mágico. Buf.
En mi opinión no podrían estar más equivocados. Es verdad que Self
incluye elementos inexplicables y extraños, pero no es realismo mágico.
Es weird, no es una cosa bonita de “ay, se te aparece la abuela” (risa del entrevistador). No, se te va a aparecer un cabrón pederasta que te va a joder la vida.
El problema, o el error, es querer
mejorar a un autor concreto. Los lectores que disfrutan con historias
pulp las buscan precisamente por la crudeza y los clichés del género,
los efectos sensacionalistas, y no porque vayas a adornar primorosamente
la frase ni que le pongas nada de tu cosecha
F.:
Como John Connolly…
M. L. M.: Más bien un
toque fantasioso pero aberrante y chungo, y en ese sentido, no muy
distinto a Lovecraft o Clark Ashton Smith. John Connolly es novela negra
con un toque sobrenatural y psicópatas. Will Self utiliza un lenguaje
complicado que precisa también cierta investigación filológica.
F.: Pregunta final y sorpresa,
como te había adelantado. Me ha parecido fabuloso que hicieras
traducciones de edafología. ¿Cómo influye esa experiencia en tu carrera
actual de traductora?
M. L. M.: (Risas prolongadas) ¿De dónde lo has sacado?
F.: Investigo…
(Rafael interviene para preguntar,
totalmente desconcertado. Marta y el entrevistador le explicamos qué es
la edafología: la ciencia que investiga los sustratos terrestres)
M. L. M.: Fue por una
iniciativa de la facultad de geología de la universidad de Valencia. Un
amigo de la familia ejercía de catedrático de edafología, yo acababa de
llegar de Inglaterra y me dijo: pues toma, tradúceme esto. Y salió como
salió (risas). No era una cosa para enmarcar, se podría haber hecho mejor pero era muy, muy técnica.
F.: ¿No te ha influido en traducciones posteriores?
M. L. M.: Bueno, seguramente sí. Ahora que lo comentas, y teniendo en cuenta que la mayor parte de historias de Hiperbórea
transcurren bajo los sustratos terrestres, se podría decir que he
vuelto a mis orígenes. En realidad tengo memoria de pececito de color. A
lo mejor por eso no se me da mal del todo traducir: suelo hacer un reset antes
de meterme con una nueva traducción, e intento alejarme de lo que acabo
de traducir. Ahora me está pasando y me está costando: estoy con John muere al final justo después de acabar la traducción de Hiperbórea
y no logro quitarme a Clark Ashton Smith de la mente, lo veo por toda
la novela. Me digo: ¡si este Dios es el mismo que sale en Clark Ashton
Smith!
En todo caso, para traducir a Clark
Ashton Smith más que la edafología lo que te puede ayudar es, como ya
dije antes, la espeleología… no veas lo que cansa rebuscar entre las
profundidades etimológicas de la lengua inglesa.
En el terreno de la traducción técnica sobre todo he traducido algo más sencillito como es el la psicología social.
En cuanto a la traducción literaria,
también he traducido algo de western. Es una literatura que me gusta y
que aquí no es muy conocida, aunque en Estados Unidos es fundacional…
Ahora soy más freak que los fandomitas.
F.:
¿Y has tenido que “crear un tipo de lenguaje” cuando has traducido
western o lo tenías ya hecho por toda la iconografía del cine?
M. L. M.: Bueno, yo
estaba bastante familiarizada con la literatura y el cine
norteamericanos. Tuve la suerte de tener como profesor a Javier Coy, un
gran especialista en literatura norteamericana, muy interesado por el western,
además. Aún así, tuve que enfrentarme a la jerga de los tramperos. Tuve
que documentarme. Lo bueno es que como ha habido mucha investigación
lingüística en Estados Unidos abundan los glosarios del western, con lo
cual siempre tienes muy a mano los significados. He tenido que
investigar bastante, sí. Bajo cielos inmensos me costó mucho:
hay que transcribir esta jerga en un español llano, en ocasiones soez,
que empleaban hombres solitarios, no dados a grandes parrafadas ni
frases complicadas.
F.: Muchísimas gracias, Marta.
M. L. M. Gracias a vosotros. Me parece magnífico el trabajo que estáis haciendo en
Fabulantes.
Keep up the good work!!
Entrevista y fotos tomadas de:
http://www.fabulantes.com/2014/10/entrevista-marta-lila-murillo-traductora/