Nos comparte Silvia Senz una entrevista con José del Valle, que acaba de publicar el libro Historia política del español: la creación de una lengua (Aluvión Editorial, 2016). José del Valle es investigador de lingüística hispánica en el CUNY de Nueva York.
La entrevista, a cargo de Héctor G. Barnés, se publicó bajo el título "La invención del español: 'La RAE está al servicio del poder blando nacional'" en el diario español El Confidencial. Como dice el autor de la nota, la aparición de este trabajo es particularmente importante "en un momento en el que [el español], con sus 400 millones de hablantes, se ha convertido en un importante valor de marca... y ha suscitado suculentos intereses económicos."
Algunos extractos:
Héctor G. Barnés: El español ha adquirido un importante atractivo comercial: ¿de qué manera instituciones como la RAE o el Instituto Cervantes, entre otros, están situándose estratégicamente como faros del idioma, promoviendo además la comercialización del español en su favor?
José del Valle: Es cierto que ha aumentado considerablemente el número de personas en el mundo que quieren aprender español. Y la fase en que nos encontramos del desarrollo del capitalismo ha propiciado que ese hecho dé lugar a la mercantilización extrema de la lengua, a que se piense como producto que se valora al alza en los mercados lingüísticos internacionales. La participación en una industria que se desarrolla en torno a la enseñanza del español es una de las funciones del Instituto Cervantes desde su fundación en 1991 (además de promover la marca España y cooperar con la promoción internacional de empresas y artistas españoles). Abren y gestionan centros de enseñanza de español por el mundo, producen materiales didácticos, ofrecen programas de formación de profesores y promueven un sistema único de certificación de conocimientos de español.
Este último proyecto es quizás el que ha encontrado mayor resistencia, sobre todo en Latinoamérica. Si bien son bastantes las instituciones universitarias latinoamericanas que han firmado acuerdos con el Cervantes (entre ellas la UNAM de México y la Universidad de Buenos Aires), hay importantes sectores entre los lingüistas y profesionales de la enseñanza del español de estas instituciones que consideran la decisión de sus rectores una claudicación y un gesto de sumisión poscolonial. Yo estoy completamente de acuerdo con estos colectivos críticos. Que el Cervantes abrace un concepto primordialmente instrumental de la lengua, que se proponga vendérsela al mejor postor en los mercados lingüísticos internacionales y que pretenda monopolizar ese mercado no me sorprende: es consistente con los modelos dominantes de cultura y acciones de política cultural de la España setentayochista (me refiero en términos generales al dispositivo que Guillem Martínez ha llamado CT o Cultura de la Transición). Pero de instituciones universitarias cabría esperar la adopción de modelos de educación lingüística más sofisticados, más ligados al ejercicio de una ciudadanía libre y crítica, más abiertos al plurilingüismo y la comunicación translingüe. En fin, cabría esperar una enseñanza de idiomas ligada a la formación ciudadana y a la sensibilización ante la diferencia cultural, y no orientada a las necesidades inmediatas del turista y del gerente de empresa.
La RAE ha jugado un papel complementario, pero distinto. Desde los noventa, asumió como objetivo la consolidación de la ideología panhispanista que ya te mencioné antes. En un momento en que empresas españolas, por medio de alianzas estratégicas con empresarios y políticos latinoamericanos, se proyectaban sobre mercados que coincidían con los antiguos territorios del imperio, la RAE se propuso como misión central construir una imagen de la lengua española como base y vínculo inalienable de la comunidad panhispánica, de una arcadia comunicativa y convivencial. En mi lectura, la RAE decidió convertirse en una pieza clave de la diplomacia española y ponerse al servicio de la extensión del poder blando de España. Curiosamente, esto (el deseo de controlar el valor simbólico de la lengua panhispánica) los obligó a emprender una gestión más abierta y tolerante de la matriz gramatical del idioma, a definir el español, por ejemplo, como una lengua pluricéntrica y a avanzar una y otra vez lugares comunes tales como que el peso de la lengua española está en América o que España es apenas una provincia de la lengua española.
Dice también:
La imagen pública de la lengua española (qué es, qué representa y quién está autorizado a gestionarla) ha sido forjada principalmente por la escuela filológica española. Esta escuela deriva de la obra intelectual emprendida por Ramón Menéndez Pidal a finales del siglo diecinueve y es, en muchos sentidos, extraordinaria: compuesta por eruditos filólogos, muchos de ellos lúcidos e imaginativos (Amado Alonso, Américo Castro o Rafael Lapesa, por ejemplo). Fue una escuela compleja, con tensiones internas tanto intelectuales como políticas, que sin embargo produjo casi sin fisuras el gran relato de unidad lingüística y cultural sobre el que aún hoy se apoyan el nacionalismo español y el panhispanismo, esa idea de unidad esencial materializada en la lengua común a todos los pueblos de España y de la América hispanohablante. Es un relato que naturaliza el devenir histórico del idioma al minimizar, cuando no elidir, las tensiones resueltas en su condición de lengua dominante, nacional e imperial. Se escamotean las condiciones históricas conflictivas que dan lugar a su cristalización como lengua altamente codificada y a su extensión territorial.
Ese gran relato lingüístico [...] presenta una lengua española estratificada social y geográficamente. Formas "vulgares", "coloquiales" o "cultas" corresponden a posiciones sociales, y "español peninsular centro-norteño" o "español de América" a identidades regionales. Estas taxonomías nada significan por sí solas, sino que funcionan socialmente al entrar en contacto con sistemas de valores asociados a prácticas culturales, nociones de progreso y desarrollo, formas de organización económica, etcétera. Si los prejuicios contra la forma de hablar de "catetos" y "pueblerinos" son una herramienta del clasismo, quien se hace eco de prejuicios contra variedades americanas del español está reproduciendo jerarquías culturales coloniales.
Pueden leer la entrevista completa en este enlace: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-07-25/jose-del-valle-espanol-castellano-politica_1235501/