Queridos colegas:
Si ya habían extrañado los testimonios de los beneficiarios de la Beca Looren Latinoamérica, les tenemos un testimonio más. Esta vez, se trata del testimonio de Iván García, que fue beneficiario de esta beca este año. Looren América Latina es un programa de la Casa de Traductores Looren dedicado al intercambio entre traductores literarios latinoamericanos y europeos, al apoyo de la formación continua de traductores literarios profesionales de América Latina y al crecimiento de sus redes de contacto y de cooperación, que después de una primera etapa entre 2014 y 2016, el programa se prolonga hasta 2021.
La próxima convocatoria saldrá en junio de 2019 para residencias con beca completa durante febrero de 2020. Recuerden que las becas se dirigen a traductores literarios profesionales de América Latina que estén traduciendo una obra de cualquier idioma al castellano o al portugués y que cuenten con un contrato editorial para su traducción. Más información acerca de las residencias y becas en: https://www.looren.net/en/further-education/looren-america-latina
Testimonio de la estancia en Casa de Traductores Looren 2019
Iván García
1. Información, recomendaciones y convivencia
No deja de ser extraño escribir estas líneas para el Círculo de Traductores, porque fue en este mismo blog donde supe de Looren y donde vi, hace menos de un año, los testimonios de residentes anteriores, como Lucrecia Orensanz y Pablo Ingberg. Y ahora estoy aquí, contando mis propias experiencias en Suiza.
¿Qué agregar a lo dicho por ellos? Los “Diez consejos para cuando vayan a Looren” de Lucrecia y el testimonio de Ingberg siguen siendo útiles. Se va haciendo una especie de manual de supervivencia para el futuro residente latinoamericano… Por lo visto, tenemos preocupaciones e intereses muy parecidos, más o menos razonables y recurrentes: el frío, el dinero, el alemán, qué cosas bonitas hay para ver, etcétera.
El frío, como dice Lucrecia, se maneja bien, no hay que enloquecer con los abrigos. O sea, sí hace, y mucho, a veces cala, pero está divertido; basta con una chamarra gruesa, un gorro y ropa térmica para salir a la calle. En cuanto al dinero, como cuenta el colega argentino, si uno va paso a paso llega tranquilamente hasta el final de la estancia. Es normal entrar en pánico el primer día que uno recorre el supermercado, es parte de la diversión. Luego, conforme se va uno asentando, se maneja mejor.
Algunas sugerencias: es más barato comprar en el supermercado Aldi que en el otro llamado Migros, y cerca del Aldi está el Denner, donde hay más botellas de vinos, kirsch, etcétera (también Marco, el mayordomo y alma de la casa, cumple la insigne labor de proveernos de vino a buen precio). Por allí mismo hay otras tiendas donde se puede comprar alguna ropa y zapatos a precios razonables, incluso sorprendentes. Además, conviene mucho tener la aplicación de Google Maps y descargar el mapa local, así como la aplicación del transporte suizo (SBB).
Iván García, Mateo Cardona y Eleonora González Capria. |
Algo fundamental, no sólo en Looren, sino en cualquier lado: el apoyo mutuo. Los más aptos, como decía Kropotkin en su célebre y bellísimo libro, no son necesariamente los más fuertes ni mucho menos los más individualistas, sino aquellas especies solidarias. En eso el grupo latinoamericano no falló. Casi de inmediato, los cinco latinos –Camila Fadda, Mateo Cardona, Eleonora González Capria, Ariel Dilon y yo– fuimos entrando en esa dinámica decisiva. No detallaré cómo se dio, pero cada nuevo grupo puede descubrirlo. A esto hay que sumar que las primeras semanas contamos con la gratísima compañía de un matrimonio catalán de traductores: Dolors Udina y Toni Clapes. En buena medida, según nosotros, ellos hicieron que la casa fuera una casa. Ambos eran tan cálidos e inteligentes, una mezcla de discreción y efusividad muy singular. Otros colegas más jóvenes, como los iraníes Donya Moghaddamrad y Kamran Baradaran, obviamente también aportaron mucho a la gentileza del lugar. No hay cómo olvidarnos de todos ellos. Latica Bilopavlovic, traductora croata, nos regaló un camino bellísimo –entre las montañas vecinas y los árboles nevados– para ir de Looren a Hinwil, pasando por el cementerio central. También, su té de verbena que nos compartía por las noches… inolvidable. La traductora Christne Ammann, dócil y silenciosa, era asimismo una de las presencias más agradables.
Poco a poco, algunos compañeros fueron partiendo, pero también otros iban llegando en su lugar. Algunas veces, quien partía nos avisaba de la llegada de algún viejo amigo de la casa. Latica, por ejemplo, nos platicó que llegaba la traductora búlgara Neva Micheva, que para mí renovó las expectativas del lugar. Por Neva –que habla un español estupendo– supe que la vecina, Frau Berti, cuya casa está a unos ocho minutos a pie de Looren, hacía jugos de manzana y que vendía también huevos y mermeladas. Esas recomendaciones, para mí, que sólo pienso en tragar y tragar, son las que más valen. Además, conocer a Frau Berti fue para todos nosotros un acontecimiento, y sus jugos vienen en damajuanas igualmente encantadoras. No sé, sentíamos que ahora sí estábamos conociendo más del lugar y sus pobladores.
Si algún futuro becario lee estas líneas, le sugeriría además que llegara al final de la ruta del autobús, hasta Girenbad (una aldea vecina), porque allí encontrará Chäsi Girenbad, una quesería muy atrayente. Siempre es posible encontrar quesos en la tiendita de Wernetshausen Dorf (o en Hinwil), junto a la parada de autobús más cercana a Looren, pero conviene salir a caminar y dejarse sorprender con lo que va saltando. Eso sí, unos crampones son muy útiles para caminar en la nieve (tienen algunos en la propia Looren). En Hinwil, más o menos cerca de la estación de tren, se pueden conseguir buenos chocolates por un franco, y el kebab que está frente al Migros nos salvó en más de una ocasión a Mateo y a mí (por unos ocho o diez francos se podía conseguir un buen plato de carne). Hicimos buena amistad con los trabajadores. Basta de datos y recomendaciones. Cada quien irá descubriendo su estancia.
Los cinco traductores de Looren América Latina con Gabriela Stöckli (directora) y Marco Rüegg (mayordomo). |
2. Otros pueblos suizos
De Suiza la verdad no sabía gran cosa. Ni siquiera tenía muy claro cómo estaba ese rollo de los cantones y las distintas suizas (francesa, alemana, italiana, romanche). Mi conocimiento se reducía a algunos nombres que admiraba. Charles-Ferdinand Ramuz (tan admirado por Rulfo), Balthus y sus inigualables memorias en Rossinière, Rilke en primer lugar, los libros del arquitecto Peter Zumthor, el arte bruto recogido por Jean Dubuffet, el Centro Paul Klee… No mucho más.
Una de las primeras cosas que quise hacer al llegar a Looren fue revisar la biblioteca. Llevaba un cierto avance de mi traducción, así que iba tranquilo, atento a lo que Suiza pudiera mostrarme. Vi primero la parte en francés e italiano. Fantástico. Había nada menos que dos volúmenes de cartas de Ramuz. Sentí ese hallazgo como la señal de que todo resultaría estupendo, de que estaba en el lugar indicado. Mi conocimiento del francés es digamos nulo, pero durante cuatro días me puse a “leer” con devoción algunas cartas o a intentar descifrarlas. Seleccioné cuatro o cinco y quizá haga algo con ellas. Había también algunas antologías poéticas de la Svizzera italiana y libros individuales de varios autores. Gomringer es de lo poco que me resultó familiar de la parte alemana. Revistas interesantes, catálogos, diccionarios, libros de teoría de la traducción, películas, etcétera. El que quiere, encuentra.
Desconozco cómo ha sido en épocas anteriores, pero esta generación de Looren América Latina tuvo bastante movilidad dentro de Suiza. En términos económicos y logísticos, el apoyo de la casa fue preciso, inmejorable. No sólo al interior de la casa todo estaba administrado de manera sensible y atenta, sino que al viajar dentro del país también se ocuparon de facilitar nuestra estancia. Con esas condiciones óptimas, sin duda pudimos desarrollar nuestro trabajo de mejor forma y sacar un mayor provecho. Con Mateo y Ariel viajé a la Suisse romande y nos alojaron en La Becque, una residencia para artistas más o menos próxima a Montreux (a la que también, entre nuestras locuras, fuimos y regresamos caminando), donde nos acogieron estupendamente Luc Meier y Graziella Torrigiani.
La Becque, Résidence d’artistes, en La Tour-de-Peilz |
De La Becque partíamos cada día a Lausana, donde nos esperaba Anne-Lise Delacrétaz –profesora universitaria– para guiarnos por la ciudad y la universidad. Sus gestiones fueron igualmente decisivas. Nos reunió lo mismo con Daniel Magetti –experto en la literatura de la región y una persona en extremo gentil y erudita– que con Irene Weber –directora del Centro de Traducción Literaria de Lausana– y Corey Heimlich –estudiante norteamericano de Irene. Al calor de tanta gentileza y conocimiento, uno sólo podía abrirse ya a los “accidentes” más felices y al encuentro con la cultura de la Suiza francesa: hay que tener la oreja lista y un papel para anotar las pistas que surgen allí…
Anne-Lise también nos acompañó al Museo de Arte Bruto, donde nada menos que Lucienne Peiry –especialista en el tema– nos esperaba para guiarnos por el acervo. No tiene caso deshacerme en elogios –muy merecidos, por otra parte–, pero baste con decir que, de nuevo, la coordinación de Looren con todas estas personas fue impresionante y muy productiva para nosotros. Por último, Anne-Lise nos guió brevemente por las librerías y también supo darnos el espacio necesario para respirar por nosotros mismos la ciudad. Cada día hubo viajes impresionantes en tren, entre lagos y montañas, para asistir a nuestros “compromisos”. Imposible no pensar, de nuevo y siempre, en Balthus y Rilke al recorrer esos caminos. De regreso al Cantón de Zúrich, pasé a Berna para ver el trabajo de Klee y Nolde.
Camila, en su momento, fue a los Grisones para trabajar con su autora y, hacia el final de nuestra estancia, ella y yo acompañamos a Eleonora a la Svizzera italiana, donde con toda seguridad también fue estupendamente recibida. Por primera vez, pude balbucear el italiano a placer y fuera de la escuela. Una experiencia imborrable.
Unas semanas antes, Jacqueline Aerne, especialista en la región italiana, nos visitó en Looren para darnos un panorama muy completo de esa literatura. También un poco antes, recibimos a la traductora alemana Silke Kleeman para ensayar la performance de lectura que daríamos en el Festival Literario de Zúrich. Y ya en Zúrich, en una de nuestras varias visitas a esa ciudad, nos recibió a su vez el argentino Pablo Assandri en la Casa de la Literatura para hacer otro ensayo, esta vez con la compañía de Anna Traufer, una talentosísima artista suiza que amalgamó con su música, por decirlo de un modo bastante tosco, la lectura de nuestras traducciones.
Participación de Looren América Latina en el Festival de Literatura de Zúrich en la Literaturhaus.
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Extrañamos la presencia de Carla Imbrogno –coordinadora de Looren América Latina–, que no pudo acompañarnos en el viaje, pero que organizó desde Buenos Aires absolutamente todo y con gran sensibilidad para que nuestros autores traducidos –tan diferentes– pudieran presentarse con fluidez en una misma lectura. Algo muy destacable es que esta vez éramos traductores los que ocupábamos la escena dentro de un festival literario. Además, las reuniones con Angelika Salvisberg y Chimene Costa, ambas de Pro Helvetia, resultaron muy alentadoras para proyectos futuros.
La memoria me falla y los recuerdos se entrecruzan, pero creo que, a grandes rasgos, eso fue lo que sucedió. Precisión, conocimiento y calor suizo atravesaron de principio a fin nuestra estancia.
¿Qué nos dejará todo esto? Nadie lo sabe realmente. Algunos resultados concretos, sí, pero el alimento prospera a su propio ritmo.
En el Festival de Literatura de Zúrich. De izquierda a derecha: Mateo Cardona, Camila Fadda, Anna Trauffer, Iván García, Eleonora González Capria y Ariel Dilon. Foto de Neva Micheva.
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3. Un agradecimiento para Daniel “Letten”
Por último, dejo una anécdota y un agradecimiento para Daniel. No sé su apellido ni nada de él, salvo que vive en Wernetshausen Letten, pasando algunas escaleritas junto a la parada de autobús, una antes de Wernetshausen Dorf. Al igual que Lucrecia, me las arreglé para estropear la ruta perfecta a Looren y el primer día –desorientado, en la noche, con la nieve y las maletas, sin saber nada de alemán–, este buen samaritano se encargó de llevarme a casa. Así, las estrellas arriba de Looren volvieron a ser las más bonitas.