Queridos colegas,
Nos comparte PEAC esta interesante reseña de Norma L. Vázquez Alanís sobre lo ocurrido y discutido en la décima edición del Día Internacional de la Corrección de Estilo (X DICE) que se llevó a cabo el pasado 27 de octubre. El tema de este año fue: ¿A quién le corresponde garantizar la calidad de una publicación?
Como recordarán,
aquí compartimos el programa completo.
X Día Internacional de la Corrección de Estilo
Por: Norma L. Vázquez Alanís
Pocos autores valoran el trabajo del corrector: Martí Soler
Garantizar la calidad de una publicación es una responsabilidad compartida, porque la cadena de producción editorial es un trabajo que se realiza en equipo y el encargado de cada proceso debe responsabilizarse de la parte que le toca, aunque el editor es el último obligado a responder por la calidad del producto que llevará al mercado, coincidieron especialistas en la materia, que participaron en la décima edición del Día Internacional de la Corrección de Estilo (X DICE).
Convocado conjuntamente por Profesionales de la Edición AC (PEAC), la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán de la UNAM, y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), el X DICE reunió a correctores y editores para que compartieran sus experiencias respecto a la pregunta: ¿a quién le corresponde garantizar la calidad de una publicación?
Después de que el secretario del consejo directivo de la Caniem, José María Castro, dijera que la corrección de estilo es indispensable en la cadena de producción editorial e informara que la Cámara ofrece cursos para capacitar correctores y es una entidad certificadora en la cadena editorial, la directora general de PEAC, Ana Lilia Arias, hizo un breve relato de cómo se originó el Día Internacional de la Corrección y precisó que se seleccionó el 27 de octubre por ser el aniversario natal de Erasmo de Rotterdam, un humanista que fue corrector y traductor por decisión propia.
En los años 60 se empezó a cuestionar el trabajo de la corrección de estilo, pues se decía que nadie puede corregir a nadie y menos el estilo de alguien, pero en 1992, PEAC impartió el primer curso y ahora ofrece el diplomado en corrección profesional de estilo y asesoría editorial, así como cursos y talleres de redacción, corrección, ortografía y diseño, agregó Ana Lilia Arias.
Inaugurado el evento, la conferencia inicial quedó a cargo del maestro Martí Soler Viñas, quien ha dedicado su vida a la corrección, y le siguieron dos mesas de discusión con los temas El corrector y los libros de texto y ¿A quién le corresponde garantizar la calidad de una publicación?, en las que participaron seis calificados editores y correctores.
La charla del maestro Soler giró en torno a sus vivencias en el mundo editorial, donde ha laborado por más de medio siglo, desde que su padre y su mentor Ramón Lamoneda, lo introdujeron en la corrección de textos.
Cuando tenía 25 años entró al Fondo de Cultura Económica (FCE), que fue como la universidad de los de su generación, y aun cuando llegó a ocupar una gerencia, se mantuvo «corrigiendo a los correctores». Soler consideró que el éxito de su trabajo radica en que revisa el estilo de autores y traductores, pero principalmente porque se corrige a sí mismo, y se preguntó si hay algo más difícil que eso, pues «uno es más feroz con uno mismo».
En todos los tiempos ha sido necesaria la corrección, subrayó Soler Viñas, y mencionó que los antiguos impresores fueron a la vez editores, correctores y traductores. «Aunque los correctores estamos supeditados a los editores, éstos no pueden permitir la impresión de un texto sin corregir», añadió.
Relató el maestro Soler Viñas el caso de un autor a cuya obra una correctora de estilo le hizo cambios, y cuando él la leyó ya impresa, pidió que se quemara la edición completa porque ese texto no era el que había escrito; la correctora le había cambiado todo. También citó la anécdota de un autor famoso que pidió a la editorial que no se le quitaran a su texto las comas mal puestas porque ese era su estilo… y se le tuvieron que restituir porque el corrector se las había quitado.
El editor, corrector y tipógrafo platicó que su primera incursión en el oficio fue la corrección de pruebas del Canto General de Pablo Neruda, porque su padre, quien trabajaba en los Talleres Gráficos de la Nación, llevó a casa las pruebas para corregirlas allí, y le pidió que le ayudara. Reconoció que Ramón Lamoneda fue quien le enseñó a corregir pruebas.
Por último, Soler Viñas sostuvo que son pocos los autores que valoran la labor del corrector, y que en su largo desempeño en estas lides sólo tiene cuatro cartas de agradecimiento a su trabajo, entre ellas una del escritor guatemalteco Alejo Carpentier.
Defender el cargo, prioridad de quienes hacen libros de texto
En la mesa de trabajo dedicada al tema El corrector y los libros de texto, tres panelistas dijeron que la corrección es un trabajo colectivo y humano, aunque se desempeñe a través de recursos tecnológicos, y que la producción de los libros de texto es una labor importante que requiere de mejores cuidados de corrección y de asesores de calidad. Sin embargo, el trabajo de los correctores se ha menospreciado, aseguraron los participantes Blanca Estela Gayosso, Daniel Mir Elizondo y Octavio.
Gayosso, quien es editora, dijo que, por su función como formadores, los libros de texto y escolares son los referentes conceptuales para alumnos y maestros. Aseguró que el gerente editorial es el responsable de la corrección de un libro de texto, una vez que acabaron el proceso de autoría, iconografía, corrección y edición. Lamentó que, como no hay planeación, la corrección de estilo se ve acotada por cuestiones de tiempo o de presupuesto; muchas veces, el texto se corrige al tiempo que lo va acabando el autor.
Por su parte, Mir Elizondo dio voz a los autores de libros de texto e indicó que estos se tienen que escribir en dos meses. Afirmó que esos autores se enfrentan a cambios en los lineamientos en cuanto a contenidos y tiempos, y carecen de asesores para desarrollar los temas encargados. Estos libros requieren una investigación y una actualización sobre los temas, para que no se vuelvan obsoletos.
Uno de los mayores problemas, apuntó, es que los encargados de los programas de los libros de texto cambian cada sexenio porque se trata de puestos políticos, ocupados por gente que no sabe nada ni le importa el libro, sólo el cargo, de manera que hay total ambigüedad en los temas de los contenidos solicitados.
En este punto, Octavio Rodríguez, dedicado a las artes gráficas, el cuidado de ediciones y la corrección de pruebas y de estilo, sostuvo que en la Secretaría de Educación Pública (SEP) la educación es lo que menos interesa a quienes sólo quieren conservar su empleo. Relató que, cuando trabajó en esa dependencia oficial, los correctores estaban acotados por la burocracia y no había coordinación, pues cada quien estaba cuidando su puesto de trabajo.
Desafortunadamente, apuntó, en los libros de texto no importa la calidad del contenido, sino que esté a tiempo para la fecha en que debe llegar al almacén; en la SEP, el corrector tiene que trabajar bien, barato y rápido.
Rodríguez sostuvo que, cuando el PAN estuvo en el poder, «les dio en la torre a todos los departamentos editoriales de las secretarías de Estado». El corrector no tiene más remedio que aceptar los plazos cortos y los salarios malos, porque el mundo editorial es muy cerrado, observó. El trabajo se ha devaluado mucho, porque los editores no aprecian la labor de corrección.
El ponente aseguró también que, como consecuencia tanto de la llegada al poder del panismo, como de la derechización del PRI, los actuales funcionarios son analfabetas, no leen; se ha desvalorizado el trabajo de la SEP, pues en su interior solamente hay lucha de poder para conservar el puesto. Antes, afirmó, el nacionalismo revolucionario permitía el trabajo en los libros de texto porque los funcionarios sí leían y muchos de ellos eran grandes intelectuales.
Recordó que, en la pasada administración, los libros de texto tenían 300 o más errores en promedio por unidad, y también saltos y cambio de palabras en los poemas contenidos en los libros de lectura.
Quién garantiza la calidad de una publicación
En otro panel de discusión dentro del DICE, al examinar a quién corresponde garantizar la calidad de una publicación, los participantes dictaminaron que el responsable final es el editor, como último eslabón de la cadena de producción.
Ramsés Lagos, quien es editor, escritor y catedrático, dijo que el editor y el corrector garantizan un valor para la cultura, la cual cada vez se respeta menos. Comentó que a veces los correctores hacen modificaciones en cada línea de un texto, pues tienen miedo de no cambiar nada porque piensan que su jefe va a creer que no trabajan.
La sustitución de palabras puede variar conceptos específicos, y el cambio de puntuación puede dar otro sentido al texto, por ello Lagos pidió a los correctores ser más flexibles. A su juicio, el principal responsable de la calidad de la edición es el corrector.
Por su parte Cinthya Chávez, jefa de redacción del grupo editorial Penguin Random House, opinó que el editor tiene que ser un parteaguas para llevar a cabo una buena tarea. En su fuente de trabajo la regla de oro es que hay que entender la idea del libro, antes que interponer el manual de estilo, pues en la corrección se debe buscar que un texto se entienda.
En Penguin todos los correctores son externos y hay que darles armas para que hagan bien su trabajo, pero finalmente el editor es el último responsable del producto en el mercado, refirió. Chávez dijo que agradece del corrector que vea desde cero el texto y que, al no estar viciado con el mismo, pueda revisarlo correctamente, pero criticó lo inflexibles que son, cuando hay manuales de criterios editoriales.
Mientras, Carlos Garduño, escritor y corrector en diversas casas editoriales, se planteó otra pregunta: ¿quién tiene la culpa de los errores de la producción editorial y de quién es el triunfo cuando sale bien la publicación?
Destacó la necesidad de que en todo proceso editorial se hagan pruebas primeras, segundas y finas; igualmente pidió a los correctores dejar de lado la pasividad, si quieren ampliar el mercado laboral. En el proceso editorial hay que generar pruebas de las responsabilidades de cada subproceso, para tener un producto de calidad, finalizó.