Nos comparte Iván García (quien, por cierto, es uno de los participantes de este año en el Programa Looren América Latina) un extracto del ensayo Perder el Nobel de Laura Esther Wolfson traducido y prologado por Marta Rebón y publicado en la revista La Tempestad. El libro lo acaba de publicar la editorial queretana Gris Tormenta en su colección Editor y lo presenta como "una historia sobre el oficio de la traducción, la fuerza
de la literatura rusa y el significado de la pérdida".
Perder el Nobel
[...] Terminé
las páginas y las dejé a un lado. Cuando volví a ellas unos días más
tarde, me sentí desconcertada: ¿Qué le había hecho a Svetlana? Todo en
mi interpretación era correcto, pero nada estaba bien. Una vez más me
sorprendió lo difícil que es encontrar equivalencias entre el ruso y el
inglés. Muchas frases rusas carecen de un sujeto gramatical reconocible.
¿Quién está realizando la acción? Eso tiene sentido en el mundo de
habla rusa, donde las fuerzas impersonales han dominado desde tiempos
inmemoriales, decidiendo destinos y disponiendo con impunidad de seres
pequeños e impotentes.
En
inglés, eso genera lagunas incomprensibles. Pero si el sujeto no se
precisaba en el texto original, ¿quién era yo para nombrarlo en mi
traducción? En ruso, todo el mundo entendía quién estaba haciendo qué.
Abundaban las pistas; las conexiones sin especificar estaban
inexplicablemente claras. Pero lo que en ruso se leía como convincente y
meramente elíptico, en inglés se convertía en un montón de cosas
insustanciales e incongruentes. En ruso, había un hondo y estrecho pozo
de significado en ese pequeño espacio blanco que hay entre el punto
final al término de una oración y la letra mayúscula con que se iniciaba
la siguiente. Podría caerme en uno de esos pozos y no volver a salir
nunca
Rechacé el proyecto alegando problemas de salud.
Leer todo el extracto en La Tempestad.
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