Colegas:
Les comparto esta nota que hizo hace ya mucho tiempo Gabriel García Márquez sobre María Moliner, "la mujer que escribió un diccionario". Apareció originalmente en El País el 10 de febrero de 1981, en la columna Opinión (está ahora en este enlace). Luego la reprodujo la revista Algarabía número 104 (abril de 2013), de cuyo extracto preliminar en línea tomé las fotos, salvo las últimas dos, que son de su biografía en el Centro Virtual Cervantes. Saludos,
Lucrecia
La mujer que escribió un diccionario
Gabriel García Márquez
10 de febrero de 1981
Hace tres semanas, de paso por Madrid, quise visitar a María Moliner.
Encontrarla no fue tan fácil como yo suponía: algunas personas que
debían saberlo ignoraban quién era, y no faltó quien la confundiera con
una célebre estrella de cine. Por fin logré un contacto con su hijo
menor, que es ingeniero industrial en Barcelona, y él me hizo saber que
no era posible visitar a su madre por sus quebrantos de salud. Pensé que
era una crisis momentánea y que tal vez pudiera verla en un viaje
futuro a Madrid. Pero la semana pasada, cuando ya me encontraba en
Bogotá, me llamaron por teléfono para darme la mala noticia de que María
Moliner había muerto. Yo me sentí como si hubiera perdido a alguien que
sin saberlo había trabajado para mí durante muchos años.
María Moliner
-para decirlo del modo más corto- hizo una proeza con muy pocos
precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el
diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la
lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español,
tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y
viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la
Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces mejor.
María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de
bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar
calcetines. Uno de sus hijos, a quien le preguntaron hace poco cuántos
hermanos tenía, contestó: «Dos varones, una hembra y el diccionario».
Hay que saber cómo fue escrita la obra para entender cuánta verdad
implica esa respuesta.
María Moliner nació en Paniza, un pueblo de Aragón, en 1900. O, como ella decía con mucha propiedad: « En el año cero". De modo que al morir había cumplido los ochenta años. Estudió Filosofía y Letras en Zaragoza y obtuvo, mediante concurso, su ingreso al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios de España. Se casó con don Fernando Ramón y Ferrando, un prestigioso profesor universitario que enseñaba en Salamanca una ciencia rara: base física de la mente humana. María Moliner crió a sus hijos como toda una madre española, con mano firme y dándoles de comer demasiado, aun en los duros años de la guerra civil, en que no habla mucho que comer. El mayor se hizo médico investigador, el segundo se hizo arquitecto y la hija se hizo maestra. Sólo cuando el menor empezó la carrera de ingeniero industrial, María Moliner sintió que le sobraba demasiado tiempo después de sus cinco horas de bibliotecaria, y decidió ocuparlo escribiendo un diccionario.
La idea le vino del Learner's Dictionary, con el cual aprendió el inglés. Es un diccionario de uso; es decir, que no sólo dice lo que significan las palabras, sino que indica también cómo se usan, y se incluyen otras con las que pueden reemplazarse. «Es un diccionario para escritores», dijo María Moliner una vez, hablan do del suyo, y lo dijo con mucha razón. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua, en cambio, las palabras son admitidas cuando ya están a punto de morir, gastadas por el uso, y sus definiciones rígidas parecen colgadas de un clavo. Fue contra ese criterio de embalsamadores que María Moliner se sentó a escribir su diccionario en 1951. Calculó que lo terminaría en dos años, y cuando llevaba diez todavía andaba por la mitad. «Siempre le faltaban dos años para terminar», me dijo su hijo menor. Al principio le dedicaba dos o tres horas diarias, pero a medida que los hijos se casaban y se iban de la casa le quedaba más tiempo disponible, hasta que llegó a trabajar diez horas al día, además de las cinco de la biblioteca. En 1967 -presionada sobre todo por la Editorial Gredos, que la esperaba desde hacía cinco años- dio el diccionario por terminado. Pero siguió haciendo fichas, y en el momento de morir tenía varios metros de palabras nuevas que esperaba ver incluidas en las futuras ediciones. En realidad, lo que esa mujer de fábula había emprendido era una carrera de velocidad y resistencia contra la vida.


¿Qué hermosa nota! Gracias
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