Traducir a Kafka:
¿‘La metamorfosis’ o ‘La
transformación’?
Viñeta de Max |
Tocar a un clásico
Por Isabel
Hernández
Modificar
el título de un clásico es algo no exento de problemas, pero ciertamente de
rabiosa actualidad en nuestros días. Por ello no me cabe duda de que quienes optan por traducir la obra de Franz Kafka como La transformación han reflexionado
sobradamente al respecto y optado por el cambio pensando, seguramente, en que
este término la dota “de un carácter de narración doméstica, urbana y
biográfica, y no mitológica” (Jordi Llovet). Hay quien incluso se apoya para
ello en las declaraciones al respecto que Jorge Luis Borges hiciera a EL PAÍS en 1983, sin saber, probablemente, que Borges, tal
como manifestó en una entrevista a F. Sorrentino en 1977, nunca tradujo esta
obra (ni tampoco, al parecer, las otras que conforman el volumen), pero, sobre
todo, que, como él mismo expresó, sus conocimientos de la lengua alemana eran
demasiado limitados como para poder hacer de sus palabras un referente en lo
que a una traducción de esa lengua respecta.
Es
evidente que antes de apoyarse en determinados testimonios, estos han de ser
comprobados. En el caso de un libro literario resulta, por lo demás, demasiado
arriesgado calificar de “error” la traducción del título de una obra que ha
desencadenado ríos de tinta y pensamiento, y que por su contenido, se quiera o
no, entronca directamente con la tradición literaria de las metamorfosis. Es
evidente que todo autor escoge con sumo cuidado las palabras que utiliza; Kafka escribía rápido y no solía revisar sus textoshttp://elpais.com/tag/franz_kafka/a/. Gran conocedor de la
tradición clásica, no me cabe duda de que el término por él escogido, Verwandlung,
le evocaba las metamorfosis mitológico-literarias, pues Verwandlungen
fue el título que se dio en alemán a la obra de Ovidio hasta el siglo XIX (y
aún hoy sigue recibiendo en muchos casos esa denominación: Metamorphoseon
libri = Bücher der Verwandlungen). El propio Goethe, él sí una autoridad de
la lengua alemana, utiliza el término Verwandlungen en sus textos
literarios, y Metamorphosen únicamente para sus estudios científicos,
tal es el uso que da la lengua alemana a esta pareja de términos.
Es
difícil saber qué es lo que Kafka tenía en mente a la hora de titular su obra;
no lo dice en sus diarios ni en sus cartas de aquellos años a Felice Bauer.
Pero asimismo resulta difícil pensar que Kafka, que en su correspondencia se
refiere al relato como una Geschichte, término que en su significado
original es algo que sucede por casualidad, por intervención del destino,
quisiera apartarse decididamente de la tradición literaria de las metamorfosis.
De haber pretendido tal cosa, nunca hubiera utilizado un término que lo hubiera
insertado directamente en la tradición del texto de Ovidio, cuyo
correspondiente en español no es otro que “metamorfosis”. Ortega, con mucha
probabilidad, el autor de la traducción atribuida a Borges, no podía estar tan
equivocado.
Isabel
Hernández es la
traductora de La metamorfosis, de Kafka, recién publicada por la
editorial Nórdica.
¿Da lo
mismo?
Por Jordi
Llovet
Casi me
sabe mal haber sido el primero, en España, que le puso a una traducción de este
relato el título de La transformació, en los años 1970. Más tarde me
encargué de la edición de las Obras completas de Kafka para Galaxia
Gutenberg-Círculo de Lectores y volví a optar por La transformación, en
vez de La metamorfosis. En esa edición di cumplida noticia de mis
razones. “Metamorfosis” y “transformación” son exactamente lo mismo: la primera
es voz de raíces griegas, y la segunda, de raíces latinas. Kafka pudo llamar a
su narración Die Metamorphose, pero prefirió llamar a su cuento Die
Verwandlung, que es una palabra del más corriente alemán, como ya advirtió
Jorge Luis Borges. También Gabriel Ferrater, que conocía bien la lengua alemana
y el universo literario kafkiano, denominó La transformación a ese relato de Kafka en las páginas preliminares de su traducción de El proceso al
catalán. Los esposos Muir le pusieron también este nombre (The
Transformation) en la primera edición de su traducción al inglés. Luego,
animados por la versión anónima de los años 1920 publicada en la Revista de
Occidente, y, muy en especial, por la pésima traducción de Vialatte al
francés (La Métamorphose), pasaron a llamarla Metamorphosis, a
veces con artículo, a veces sin él. Por fin, Malcolm Pasley, que fue ni más ni
menos que miembro del comité de redacción de la más solvente edición crítica de las obras de Kafka enlengua original, promocionó una nueva traducción al inglés del
relato, con el título The Transformation, como ya señalé en el aparato
crítico de mi edición citada.
Decidirse
por un título o por otro, es decir, por la palabra de origen latino o la de
origen griego, es solo una cuestión de matiz, pero un matiz de suma
importancia: Franz Kafka no era en absoluto aficionado a la literatura deciencia-ficción, que nunca practicó. Otra cosa es que tuviera una
imaginación desbordante, y que utilizara, a modo de prosopopeyas, muchos
animales en sus relatos, siempre alegóricos, como los ratones en uno de sus
últimos cuentos, o el mono en el Informe para una Academia: en todos los
casos, los animales importan poco, lo que importa es el trasunto de carácter
sencilla y profundamente humano que encierran esas alegorías.
Kafka
sabía que las Metamorfosis de Ovidio, por ejemplo, se habían traducido
siempre en lengua alemana, hasta entonces, como Die Metamorphosen; es
posible que se decidiera por una palabra más vulgar para acercar su narración
al terreno de lo cotidiano —y este es el caso de su libro— y alejarlo del
terreno de lo fantástico, lo suprarreal o lo mitológico. Una simple lectura de
la obra nos permite confirmar que no se trata de ninguna pieza de mitología ni
de ciencia-ficción, ni capaz de entrar en los anales de la literatura
fantástica: es una narración doméstica, anclada en los grandes modelos de
Kafka: Kleist, Dickens y Flaubert. Por lo demás, en una de las primeras líneas de la narración se dice que Gregor Samsa se ha transformado (verwandelt) en un insecto (o
bicho, o chinche, o escarabajo: Ungeziefer) monstruoso. Todos los
traductores han trasladado esta voz, ya en el texto, como “transformado” o
“convertido”; nadie ha puesto “metamorfoseado”. Porque ese monstruo es humano:
es el hijo de una familia burguesa convertido en coleóptero para señalar la
distancia abismal que lo separa del resto de su familia. Es, en suma, un
escritor de carne y hueso condenado a desaparecer a causa del contexto
burocrático y comercial que lo rodea. Por esas razones siempre preferiré La
transformación, aunque el título no llegue a cuajar nunca por culpa de
Ortega y Gasset o de Fernando Vela, o por razones de “efectos especiales”.
Jordi
Llovet es el
encargado de la edición de las Obras completas de Kafka en Galaxia
Gutenberg.
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